Los deberes (o no) del periodismo

Es un alivio no responder, mientras el director de este periódico confíe una columna a este cronista, más que ante uno mismo. Aquí se defiende y ataca sin segundas, sin el peso de un título de ombudsman o de defensor del lector. Sobre todo cuando, como esta semana, se verifica una vez más la facilidad con que éstos se reciclan en defensor del periódico.

La polémica entre el periodista y fotógrafo Gervasio Sánchez y el conjunto del diario El País -su redactor Miguel González, su defensor del lector,Tomàs Delclós, y el Comité de Redacción, prietas las filas- ha sido, la semana pasada, tan interesante como reveladora de la procelosa era multimedios en la que nos hallamos: nace de la publicación en papel y en internet por El País de un vídeo que muestra una brutal paliza a presos iraquíes por soldados españoles en la base de Diwaniya en 2004, sigue con la publicación de múltiples reproches de Sánchez al diario en las redes sociales, con amplia repercusión, y continúa en blogs y en la edición digital de este periódico. No ha faltado casi nada...

Lo que había encendido el ánimo de Sánchez fue lo que consideraba como tardío descubrimiento por González de unas prácticas que el propio Sánchez denunció tras la detención en abril de 2004 del traductor iraquí Flayeh al Mayali, acusado de complicidad con el atentado que costó la vida a siete agentes del CNI. Al Mayali había sido traductor del propio diario El País, y Sánchez documentó que había trabajado también para el Ejército español, con contratos pingüemente pagados. Le parecía por ello poco plausible su culpabilidad -sigue achacando la detención de Al Mayali a la busca por el CNI de chivos expiatorios- y le preocupaban las alegaciones de torturas que hacían sus parientes. Sánchez, que escruibía para Heraldo de Aragón, logró que El País publicase un primer artículo al respecto, pero después de eso se ciñeron a la versión del Ministerio de Defensa y se negaron en redondo a publicar nada favorable a Al Mayali, ni a hacer ninguna indagación propia.

En su respuesta a Sánchez, González reconoce que entre abril de 2004 y febrero de 2005, cuando Al Mayali fue liberado sin cargos, El País no publicó nada. Añade que un mero traductor no es un colaborador de un periódico, que éste no tiene más obligación que publicar noticias, y que él sigue sin saber si Al Mayali era culpable ni si fue torturado. Desde luego, ni un dedo movió el periódico por saberlo. Esa frialdad, ese desapego causan bastante desazón...